Retrato de Neftalí,
es decir Pablo
Aldo Roque Difilippo
Pablo fue Neftalí, el hijo del viejo Reyes decidió apellidarse como su poeta preferido. Neftalí quiso escribir y lo hizo como ese Pablo que admiraba pero con un verso desparejo y apasionado, con ese olor a salitre del Pacífico y el ondular cordillerano. Desparejo como su voz rasposa que parecía pertenecer a esas estatuas de los mascarones de proa que años más tarde coleccionaría y que le daban noticias de mares infinitos, de horizontes de azules y verdes marinos intocados; de sueños marineros y manos callosas de redes y sol.
La vida lo hizo comunista. La pasión, poeta. Las mujeres, un eterno enamorado del existir; y se dejó morir tras ver a Allende muerto en La Moneda. Se dejó vencer ante tanto sufrimiento propio y ajeno, y esa larga cinta caprichosa que es su Chile lo lloró en silencio, custodiado por infames fusiles que acordonaron los claveles blancos de la procesión.
Nació como Neftalí y murió Pablo. Se apellidaba Reyes y le decían Neruda; y su voz ondulante como ese horizonte andino recorrió la América descalza y se pegó en el alma de casi todos los enamorados que encontraron en sus versos la explicación justa para expresar su pasión.
(*) Este cuento resultó finalista en el Primer concurso de cuentos cortos “Álvaro Cepeda Samudio” organizado por la “Editorial (Sic) En el medio” (Bucaramanga – Colombia), 2005.
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