Pequeño divague
de cosas obvias
UNA GRIFA CON UN
NOMBRE
Aldo Roque
Difilippo
Hay individuos
que son tales por sus cualidades, por sus atributos que van más allá del aspecto físico o cómo
luzcan. Hay individuos que no pueden ser si
no están atados a un color, a determinada indumentaria, o si no se
cuelgan una grifa en el cuello.
Ayer miraba
pasar a un individuo X (si es que alguien puede apellidarse X), y noté que era
un hombre con cuatro ruedas, que su condición
humana y gregaria se la debía a esas cuatro ruedas relucientes que
rodaban orgullosas.
Vi pasar también
a una señorita, que hubiera sido la más
hermosa jamás vista, si no fuera que llevaba una grifa colgada al cuello,
exageradamente grande y ostentosa.
Vi pasar también
a una señora mayor detrás del pedrigue de un perro que la sacó a pasear por la
rambla, para mostrarle a todos la nueva y hermosa cadena que le compró.
Más tarde un
señor, con porte de caballero no porque
estuviera dispuesto a enfrentar adversidades por su dama, sino porque
cabalgaba altivo, casi hidalgo sobre un reluciente bicicleta que lo convenció
de ser la solución para bajar de peso, pero que mas lo sedujo al decirle que
las mujeres morirían a sus pies si pedaleaba en ella y no en otra.
Más allá un niño
que sacaba lustre con un pañuelo a la marca de
sus championes nuevos, y despreciaba
jugar al fútbol o correr por miedo a estropearlos. Y yo que, sentado en
un banco también tenía mis grifas colgadas y mis inútiles marcas sociales pegadas
como una sombra.
Pensé que quizá
sería bueno armar una nueva revolución para subvertir las imposiciones pero
pasó a mi lado un joven, termo y mate en
mano, luciendo orgulloso una remera con la imagen estampada del “Ché” y una
grifa colgada al cuello.
La grifa de otro
individuo que pasó por la vereda de enfrente centelleaba como un faro, y
aparecieron luces de advertencia de millones de grifas que circularon a mi
alrededor: en un hombre con cuatro ruedas, en un niño en su cochecito, en el
anciano arrastrado por su bastón; y hasta en el policía que observaba cómo
circulaban los vehículos.
Comprobé
resignado que somos seres pegados a etiquetas. Que somos por que lucimos y nos
hace lucir mejor una grifa luminosa y novísima.
Ayer, sentado en
mi banco en la plaza, vi el transitar de
grifas y de marca; y no encontré repuestas. Más tarde compré una marca y
me bebí un refresco.
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