EL TAXISTA CULTO Y POCO FISONOMISTA
ALDO
ROQUE DIFILIPPO
A
veces los escritores son protagonistas involuntarios de situaciones
surrealistas, quizá porque se pasan la vida jugando con la magia o los demonios
de las palabras. Cierta vez Borges tomó un taxi, y para su sorpresa se encontró
con un taxista culto que no demoró en reconocerlo y profesarle su admiración.
"¡Que suerte!", habrá pensado don Jorge Luis, "siempre es
reconfortante encontrarse con un hombre lector", y se recluyó en su
timidez abrumada por la ceguera.
-
Usted no sabe cuanto lo admiro -repetía el taxista sin cansarse de declararle
su idolatría mirándolo por el espejo retrovisor.
El
anciano sabio apenas si dijo: "Gracias; muchas gracias", con
sus
manos nerviosas en el bastón.
-
¿Cuanto le debo? -preguntó al terminar el viaje.
- ¡No!...
¿Cómo voy a cobrarle a usted señor Sábato?
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