viernes, 11 de mayo de 2012


Nueve letras tercas







Aldo Roque Difilippo





   El paredón amaneció reclamando libertad. "LIBER ARCE" fue pintado en letras de alquitrán, negro y burdo, recordando a uno de los primeros mártires del terror.

  El blanco del paredón gritó en cada letra lo que todos repetían en voz baja, resistiendo a la lluvia. Una bofetada en nueve letras que era necesario silenciar.

  La orden fue impartida y manos militares, escrupulosamente blanquearon cada una de las letras.

  La pintura secó, y el paredón volvió a gritar "LIBER ARCE" pero esta vez de un blanco inmaculado en medio del blanco raído de la ancha superficie.

  Nueva orden, y nuevas brochas se esmeraron con la cal, blanqueando cada centímetro del machucado reboque, pero volvió a brotar el "LIBER ARCE" del alquitrán, algo más tenue, pero cada vez más evidente.

  La charretera libró otra orden, más drástica y aleccionadora: "Picar el reboque; esa es la solución", y el cincel milico y obediente con extrema pulcritud picó una a una aquellas letras ofensivas.

  A la tarde, un bajorrelieve perfecto gritó: "LIBERARCE", con más fuerza y vigor.

En la calle un murmullo terco comenzó a repetirse: LIBERARCE, LIBERARCE, LIBERARCE; persistente, desprolijo.


  El paredón se había convertido en una amplia superficie inmaculada, ahuecada por esa frase unida por el cincel; y que todos repitieron en voz baja como un rezo.

  Había que liquidar aquel exabrupto, y así se hizo. Una cuadrilla uniformada, marrón en mano, derribó cada uno de los ladrillos. Ya nadie volvería a repetir esa frase oprobiosa.


Manifestación (Antonio Berni)
  Tras la ventana del geriátrico, un par de ojos gastados pero vivaces, sonrieron al reencontrarse con todos los colores de la calle. Por fin sus eternas tardes podrían discurrir con mucho más que el reboque de un paredón tan alto y opaco.

  Sonrió al ver la gente, los autos, los perros orinando los árboles; y agradeció con un rezo, repitiendo: LIBERARCE, LIBERARCE, LIBERARCE.

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