Retrato de Neftalí,
es
decir Pablo
Aldo Roque Difilippo
Pablo fue Neftalí, el hijo del viejo Reyes decidió
apellidarse como su poeta preferido. Neftalí quiso escribir y lo hizo como ese
Pablo que admiraba pero con un verso desparejo y apasionado, con ese olor a
salitre del Pacífico y el ondular cordillerano. Desparejo como su voz rasposa
que parecía pertenecer a esas estatuas de los mascarones de proa que años más
tarde coleccionaría y que le daban noticias de mares infinitos, de horizontes
de azules y verdes marinos intocados; de sueños marineros y manos callosas de
redes y sol.
La vida lo hizo comunista. La pasión, poeta. Las mujeres,
un eterno enamorado del existir; y se dejó morir tras ver a Allende muerto en La Moneda. Se dejó vencer
ante tanto sufrimiento propio y ajeno, y esa larga cinta caprichosa que es su
Chile lo lloró en silencio, custodiado por infames fusiles que acordonaron los
claveles blancos de la procesión.
Nació como Neftalí y murió Pablo. Se apellidaba Reyes y le
decían Neruda; y su voz ondulante como ese horizonte andino recorrió la América descalza y se pegó
en el alma de casi todos los enamorados que encontraron en sus versos la
explicación justa para expresar su pasión.
27/12/01
(*) Este cuento resultó finalista en el
Primer concurso de cuentos cortos “Álvaro Cepeda Samudio” organizado por la
“Editorial (Sic) En el medio”
(Bucaramanga – Colombia), 2005.
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